Querido Javier,

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«El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe». Esta afirmación, que debería hacerte reflexionar, proviene de Diógenes, uno de los exponentes más brillantes de la escuela cínica griega, del S. IV a. de C. Tu ignorancia es muy atrevida, Javier. Si tú hubieras aprendido algo de los cínicos, en su concepción más clásica, obviamente, mejor nos iría a tod@s. Pero no, utilizas los términos en el sentido más burdo y calificas de «cinismo absoluto« a quien denuncia -como AFEM- que con la privatización que planteas se elimina gran parte de la plantilla de los Centros de Salud Mental, pues a las empresas concesionarias sólo se les puede exigir el personal que aparece en los pliegos de privatización del Servicio de Salud Mental. No defienden que se amplíe la externalización, defienden la no disminución significativa o desaparición de profesionales y/o equipos multiprofesionales de Salud Mental. Y tú lo sabes…

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Rosa Parks sentada en un autobús público

Querido Javier:

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Esta semana pasada te he notado especialmente nervioso. Y eso que tú sueles ser políticamente correcto, aunque cada día esa etiqueta de corrección sea un traje de diseño vacío y sin contenido. Y me empieza a preocupar qué persona hay detrás del personaje. Exactamente lo contrario que me ocurre con mi queridísimo Madiba, Nelson Mandela, que cuando escribo estas letras está entre la vida y la muerte. Siempre sobresalió su persona, independientemente del personaje que tuviera que vivir y representar (preso, líder del Congreso Nacional Africano o presidente del país…). ¡Vaya por ti, Madiba!

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Son tres cuestiones las que me inquietan de ti fundamentalmente. Vamos por partes, que contigo no me queda más remedio que emplear mucha pedagogía política, a ver si vas poco a poco te vas coscando, que dicen los castizos de tu tierra. Veamos:

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 Querido Javier:

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El miércoles pasado acusaste a los sindicatos y al Partido Socialista Madrileño (PSM) «de ser una amenaza para la sanidad pública madrileña«. Me sentí tan bloqueada que no me  quedó más remedio que pedir ayuda al Sr. Freud. Me han dicho que si fuera español habría que llamarle Segismundo, pero a él le gusta más que le digan Sigmund. He dudado en preguntarle, porque tú ya sabes que él es judío y ateo y no me gustaría que tú, que eres católico y creyente, te sintieras ofendido por venir la opinión de alguien distinto. Te voy conociendo y sé que para ti es muy importante el criterio de autoridad (fíjate que eso me lo ha hecho ver él).

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Estimado Javier,

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Llevo una semana especialmente triste. En mi última carta afirmaba me habías hecho dudar de tus buenas intenciones en torno a la Sanidad Pública. Se me «cayó el sombrajo» (creo que se dice así) con lo del tabaco. Que un Consejero de Sanidad defienda la autorización del uso del tabaco en lugares públicos cerrados me parecía un imposible lógico, como a ti te gusta decir. Pero el daño, aunque te parezca mentira, es mucho más serio.

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Querido Javier,

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Me sigues sorprendiendo y no precisamente para darme satisfacciones. Hasta ahora quería entender que tu ignorancia en temas sanitarios -posiblemente tan alarmante como la mía-, podía ser compensada con la ayuda de tus asesores. Estaríamos de acuerdo o no, pero en principio no había por qué dudar de la intencionalidad de tus decisiones: una mejor sanidad y una mejor salud para tus conciudadanos. No se puede esperar nada distinto de un Consejero de Sanidad. Hasta ahora te he defendido a diestro y siniestro (sí, Javier, a ambos lados) con respecto a tu buena voluntad. Javier quiere lo mejor, podrá estar equivocado, pero quiere lo mejor… afirmaba con rotundidad, aunque algunos de mis contertulios me hayan tildado de ilusa. Pero ahora ya no hay quien lo sostenga. Te cuento por qué…

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Queridos ciudadanos, queridos profesionales de la salud,

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En agosto vamos a celebrar los 50 años de la memorable Marcha a Washington por la Libertad que lideró mi buen amigo el Reverendo Martin Luther King. ¿Recordáis? Sí, el I HAVE A DREAM… yo tengo un sueño… que poco a poco se ha ido concretando en datos de realidad…

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Eran tiempos difíciles, de persecución por el simple hecho de luchar por los derechos civiles, de amenaza personal y colectiva desde el poder. Y valió la pena, os lo digo con la emoción de los que tenían los pies cansados y el alma viva…

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Quiero empezar diciéndoos que estoy muy orgullosa de vosotros. Estáis demostrando lucidez y coraje y una esperanza creativa que permite seguir mirando a las estrellas, pero con los pies en la tierra.

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Querido Javier:

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Tengo que agradecerte que mi intento por ayudarte a llevar una vida correcta me esté ayudando a conocer a tu pueblo, entre otros, acercándome pero que muy mucho a vuestras costumbres más primarias. Tú fíjate, yo que soy mujer y estadounidense y que he gastado menos en periódicos sobre fútbol que un avión en bocinas, me he tragado la final entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid del último viernes. Oye, impresionante, lo que he disfrutado… pero sobre todo, con las hinchadas…

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Eso, nada de hooligans a lo british, gente vibrante, que no pararon de cantar, de animar a su equipo. Está claro que ambas aficiones querían la victoria de sus colores, pero tenían algo en común: la pasión por el buen fútbol. Eso se les notaba mucho. Voy entendiendo mejor a los madrileños. A tus ciudadanos les une la pasión por una buena sanidad pública, ya militen en el «club» psoero o en el ppero o en cualquier otro. Es más, estoy segura que un porcentaje nada desdeñable del millón de votos de la consulta de hace dos semanas lo realizó gente que siempre o casi siempre ha votado a tu partido, aunque tú prefieras mirar para otro lado.

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Querido Javier,

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He de confesarte que esta semana ha sido especialmente interesante para mí y que estoy muy emocionada con tu gente y con tu tierra. 935.794 personas, ni más ni menos, votaron de manera presencial en la consulta popular sobre la Sanidad Pública. En tan sólo seis días. ¡Menudo ejercicio de democracia y ciudadanía! Esto resulta especialmente esperanzador en vuestro país pues los partidos políticos mayoritarios, paradójicamente os desvivevís por anular cualquier forma de participación ciudadana directa. Además, he podido estar presente (de espíritu) en varias mesas y tengo que reconocerte que he llorado. He visto acudir a votar ex profeso a muchas, muchas personas. Sanos y enfermos, ancianos y jóvenes.  Además, en los últimos días he tenido la oportunidad aquí arriba de conocer a José Luis Sampedro. Ambos nos hemos emocionado cuando su esposa, Olga, leía ayer públicamente los resultados. Me ha vuelto a recordar que la categoría de los ciudadanos madrileños está muy por encima de la de sus gobernantes.

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